miércoles, 24 de septiembre de 2008

Reencuentro


Hace unos días viaje a Granada, junto a mi madre a la tierra donde nací, y donde ella vivió toda su infancia y juventud, ella deseaba, enseñarme la otra Granada, la que yo no conocía reencontrarme con los paisajes de mi infancia, visitar los lugares que fueron testigo de mi primer año de vida, donde comencé torpemente y de forma temprana a andar.

Salimos cuando aún el sol estaba por calentar, preparadas para un largo día que consistiría en recorrer calles y ver lugares que no estaban en mi recuerdo. Poco a poco nos acercamos hacia un lugar con vegetación con una altura de 1200m sobre el nivel del mar, vi casas salpicando las llanuras. Llegamos a una pequeña aldea de seis casitas cada una orientada para donde supongo le dio la gana al que las construyó. La casa donde viví, estaba cerrada y aun en pie. Pude ver las mejoras arquitectónicas que mi padre le hizo. La casa de mi abuela está a unos cien metros de la nuestra y estaba también cerrada. Las dos situadas en un lugar rodeado de montañas donde una de las cordillera montañosa es la de Sierra Nevada y el Mulhacen testigo de mis primeros pasos, de todo lo que mis padres vivieron y crearon allí.

Encinas, olivos, alcornoques, pespunteando las montañas, la luz, indescriptible, y el olor de los prados cuando les calienta el sol, soy incapaz de describirlo.

Una ardilla estuvo saltando de una higuera, a un avellano, mientras mi madre y yo sentadas en unas grandes piedras descansábamos, contemplando todo lo que mi madre me explicaba como si de una experta guía se tratase, solas en aquel lugar paradisíaco.

Han sido días, reparadores, de silencios deseados, de contemplación, de mirar y ver el paisaje que me acunó y del cual no tenía recuerdo.

Paseamos por las calles del albaicín. Calles, que ella conoce de manera experta, son estrechas y conforman un entramado es un laberinto un lugar que conserva intacta la Influencia Nazarí, y que a mí personalmente me encanta que así sea.

Cae la tarde y… nos sentamos, creo que ella lo necesita mas que yo, con un granizado en el muro del mirador de San Nicolás. Contemplamos los últimos rayos del sol que hacen que la Alhambra coja un tono rojizo, el silencio de las dos lo dice todo.

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